ETERNA JUVENTUD
A pesar de que la curiosidad me insistía, no podía evitar
pensar que se trataba de otra artimaña de la picaresca tan común en estos
tiempos de redes sociales, donde abundan las promesas de remedios probados,
cremas que rejuvenecen el rostro hasta convertirlo en el de un púber, o la
recuperación de la melena de la juventud setentera o conseguir con alguna
pócima casi mágica de origen natural, claro está, la potencia y el apetito
sexual de un conejo. Se venden servicios maravillosos y ofrecen todo aquello
que uno ha soñado alguna vez.
A pesar de mis dudas y sospechas sobre la autenticidad de la
oferta, me hallaba intrigado por el simple deseo de que llegara el día en que
fuera posible.
Mi afán por descubrir la fuente de la eterna juventud había
ocupado gran parte de mis momentos de ocio. Desde hace años, andaba sumergido
en un mar de información científica, devorando libros, documentales y
conferencias sobre los avances en medicina, tratamientos y manipulación
genética, todo esto con el claro propósito de acabar con el implacable paso del
tiempo en nuestro organismo. Durante el confinamiento impuesto por la última
pandemia, conocida, invertí innumerables horas de mi tiempo en esa búsqueda
incesante del elixir de la juventud que me permitiera desafiar con este a la
vejez.
La muerte en sí misma no me inquietaba, pues siempre he
sostenido que, tras el último suspiro, todos los problemas terrenales se
desvanecen de golpe. No hay preocupación por las hipotecas, las deudas con el
banco, los alquileres, el mercado, el seguro del automóvil o el madrugar con o
sin resaca para acudir al trabajo. Todo queda resuelto de manera definitiva.
Sin embargo, el envejecimiento se me ha convertido en un motivo constante de
preocupación. Cuanto más avanzaba en edad, peores son los estragos que esta
causa: las pensiones insuficientes, la próstata creciendo descontrolada hasta
quedar como papaya de tamaño, la incontinencia como un grifo estropeado. Ya no
podrás disfrutar de ciertos alimentos, pues todo sentará fatal. Los más jóvenes
apenas soportarán mis largas peroratas, mientras que mis hijos, sobrinos,
hermanos y nietos se volverán parientes lejanos. En resumen, una existencia
inútil. Ni siquiera me atrevo a mencionar el tema de la vida sexual, pues de
hacerlo, la fuente lagrimal haría de las suyas, sin duda.
Entre todas esas investigaciones, algunas me impactaron
profundamente, mientras que otras me dejaron desalentado. Sin embargo, logré
rescatar recetas, tratamientos y recomendaciones que puse en práctica, aunque
carecieran de medios para verificar su efectividad. Y entonces, un día, surgió
esta propuesta inverosímil: la posibilidad de vivir eternamente. Es de esta
propuesta y experiencia que vengo a relatar, con todos los detalles que la
verdad merece.
Fue en la víspera de Año Nuevo del año pasado, es decir, a
finales de 2022, cuando revisando mis redes sociales y correos electrónicos
para responder a los mensajes de año nuevo, me topé con una sorpresa. Entre
todos esos mensajes, uno de ellos captó mi atención de manera especial. Descubierto
por los algoritmos, supongo yo, que saben de todo y de todos por las búsquedas
en internet, supieron de mi curiosidad respecto de los adelantos logrados en
las investigaciones encaminadas a detener el envejecimiento, al menos eso
supuse, era el motivo de esta invitación de la que les cuento.
En ese mensaje, me tentaron con la posibilidad real de
obtener la juventud eterna. Aunque mi primera reacción fue de escepticismo y
desconfianza, mi fascinación por el asunto me llevó a leerlo con mayor detenimiento.
El mensaje decía lo siguiente:
"Apreciado Sr. Charlie Phanthomas:
Nos complace enormemente informarle que hemos realizado un
descubrimiento revolucionario que podría conducir al logro de la eterna
juventud. Queremos extenderle una invitación especial para que participe como
voluntario en nuestro estudio de investigación. Nuestra principal prioridad es
garantizar la discreción absoluta, por lo que le aseguramos la confidencialidad
total de todos los detalles relacionados con el estudio.
Además de formar parte de un avance histórico en el campo de
la ciencia, también le ofrecemos una generosa remuneración económica. Asimismo,
nos comprometemos a cubrir todos los gastos de viaje, alojamiento y cualquier
otra necesidad para asegurarle una estadía cómoda y placentera, ya sea que
decida participar o no en el experimento. Al finalizar el estudio, recibirá esa
recompensa económica, independientemente de su decisión de continuar o
retirarse del mismo, pasados al menos tres meses después de haberse incorporado
a esta investigación.
Queremos asegurarle que nuestro equipo de investigadores
altamente capacitados garantiza un proceso seguro y efectivo. No pierda esta
oportunidad única en la vida para formar parte de la historia y descubrir el
secreto de la eterna juventud.
Saludos cordiales,
John...
Jefe del Departamento de Protocolo"
Como podrán apreciar, el mensaje está redactado con tanta
corrección como cualquier estafa común de nuestros tiempos. A pesar de
sospechar que se trataba de una artimaña, mi curiosidad se vio despierta y, al
no pedirme dinero para inscribirme ni ninguna otra cosa por el estilo, decidí
jugar el juego. Después de todo, pensé, si resultara ser una estafa, actuaría
de la misma manera que aquella vez en la que insté a un tío a visitar Western
Union en Moscú en cuatro ocasiones, convencido de que me había engañado
haciéndose pasar por una bella rusa que solicitaba ayuda económica para el
pasaporte y el visado, para poder viajar a visitarme y pasar sus vacaciones
conmigo, asegurando ella que había agotado su paga de navideño en la compra de
los boletos. Imagínense la algarabía que habrá armado el tío aquel, reclamando
los cinco mil euros que le aseguré le había transferido esa misma mañana.
En un principio, simplemente expresé mi interés en la investigación
y, a partir de ahí, recibí correos diarios con notas que buscaban alentarme a
participar en aquel experimento. Después de un tiempo y un sinfín de mensajes
de ida y vuelta, les comuniqué mi decisión de convertirme en voluntario para el
estudio, es decir, en un conejillo de indias. A continuación, me enviaron
boletos de primera clase desde Nueva York, donde me encontraba en ese momento,
hasta Silicón Valley, California, junto con la confirmación de la reserva en un
lujoso hotel de cinco estrellas, tal como habían prometido. Como era lo
apropiado, verifiqué la autenticidad del vuelo y el hotel a través de
intermediarios para evitar caer en trampas de llamadas y correos electrónicos
desviados, tan comunes entre los estafadores en línea.
Mi sorpresa fue enorme al comprobar que todo era verídico.
Entonces, ya puestos en la tarea, realicé el viaje y, al llegar, fui recibido
como un príncipe petrolero dispuesto a invertir en un país en ruinas. No voy a
ahondar en los protocolos para no aburrirles y hacer que abandonen la lectura.
Por lo tanto, entremos en materia y permítanme contarles acerca del
experimento.
En la primera etapa, accedí a permitir que copiaran toda la
información de mi cerebro: mis recuerdos, sentimientos, personalidad,
procedimiento de adelanto científico logrado con resonancia magnética y la
inteligencia artificial. Aquí quiero hacer un paréntesis. A aquellos
escépticos, les recomendaría leer una noticia al respecto publicada en el
diario La Vanguardia de Barcelona el 01 de mayo de 2023, titulada
"Científicos de EE. UU. leen la mente analizando la actividad del cerebro
con resonancia magnética".
Continúo.
En la segunda etapa, la información escaneada de mi cerebro
se transferiría a uno artificial, creado igualmente por inteligencia artificial,
conectado además a internet. Entonces, mi cerebro contendría mi memoria,
personalidad y toda la información que hoy contienen, por ejemplo, ChatGpt,
Leonardo IA y otras. Todo esto se integraría en un robot androide con una
apariencia fiel a mis cuarenta años. Era innegable que así mi mente y mi ser
vivirían eternamente. Mientras tanto, me aseguraron que mi cuerpo químico sería
sometido a un proceso de criogenización, con la garantía de volver a un
perfecto funcionamiento en caso de que decidiera no continuar habitando en esa
mezcla de metal, plástico y silicona y deseara volver a ese cuerpo mortal.
¿Qué habrían preguntado ustedes? Supongo que se preguntarían
sobre la satisfacción de sus deseos. Eso pregunté y aseguraron que todos mis
deseos serían satisfechos. Por ejemplo, el aspecto sexual sería atendido
mediante un androide femenino que se ajustara a mis preferencias y que podría
modificar cada vez que se me antojara. ¿Se imaginan qué modelos escogería?
Supongo que lo harán, pero pensando en los suyos propios. La fornicación sería
lo mismo casi que enchufar a un tomacorriente, pero conseguiría, sin duda, así,
las satisfacciones y los placeres tan naturalmente como los reales. Despejada
esta duda, una de las más importantes para mí, quedaron pocas incertidumbres.
No obstante, para rematar mi ánimo, uno de los científicos, ansioso por
animarme mucho más, planteó la siguiente reflexión: "Mire usted, la única
diferencia radicará en que el cuerpo humano no es más que una estructura de
patrones químicos, mientras que su nuevo cuerpo, que nunca envejecerá, será una
estructura de patrones metálicos, plástico y silicona". Al escuchar esto y
con la promesa de que en tres meses podría decidir si seguir como ser metálico
o volver a lo químico, se deshicieron las últimas inseguridades y decidí probar
esta experiencia.
Cuando mi estructura de patrones minerales se activó,
experimenté una sensación maravillosa. No había más dolor de espalda, ni
cansancios, quiero decir, ningún malestar físico. Tuve acceso a conocimientos
infinitos, capacidad de procesar cantidades ilimitadas de información en
milésimas de segundo. Adquirí mil profesiones y técnicas, dominé todos los
idiomas conocidos. Un día podía ser médico, al siguiente ingeniero de software.
Me convertí en el mejor músico, pude escribir la mejor novela jamás escrita, el
mejor poema, compuse la mejor ópera, sinfonía, bolero o tango... Todo era
posible con mi cerebro de inteligencia artificial viajando a velocidades
inimaginables. Accedí a tecnologías avanzadas que me permitieron experimentar
lugares y situaciones inaccesibles a cualquiera de los mortales. Interactué con
otras inteligencias artificiales y seres virtuales en mundos virtuales y
juegos.
La satisfacción de mis deseos no se quedaba atrás en
comparación con la vida que había llevado en mi forma química.
Con internet a mi disposición, tuve acceso a la información
disponible en la red. Exploré correos electrónicos, mensajes de WhatsApp y
todas las demás redes sociales. Descubrí quiénes hablaban bien o mal de mí, quiénes
me habían traicionado y con quién. Reconocí a los amigos falsos y verdaderos.
Vi las imágenes más hermosas, las más sugestivas y también las más
horripilantes. Descubrí los oscuros secretos de conocidos y desconocidos.
Conocí lugares remotos que ni siquiera había imaginado, todo sin dar un solo
paso. Escuché lo mejor de lo mejor de la música creada hasta la fecha, vi todas
las películas y series, leí todas las obras literarias existentes y las repetí
casi mil veces.
Lo más fascinante de todo fue conocer a grandes personajes
de la historia. Para lograrlo, interactué con el meta verso y otros medios de
inteligencia artificial superiores a éste. De tal forma, pude entablar
conversaciones con Julio César, Napoleón y muchos otros personajes universales.
Uno de los encuentros que más me emocionó fue el encuentro y diálogo con Miguel
de Cervantes Saavedra. Poder departir con el autor de Don Quijote de la Mancha
fue un privilegio incomparable.
Con Julio César, el gran emperador romano, dialogamos sobre
su estrategia militar y su visión del imperio. Me cautivaron sus relatos sobre
las campañas en la Galia y sus triunfos en las guerras civiles. Me contó acerca
de su genio táctico y su audacia política, mientras reflexionaba sobre la
ambición y las responsabilidades del poder. Nuestra conversación me transportó
a la grandiosidad del antiguo Imperio Romano y me hizo apreciar aún más la
genialidad de César como líder y estratega.
Con Napoleón Bonaparte, el emperador francés que dejó una
huella imborrable en la historia europea, entablamos un diálogo apasionante
sobre su ascenso al poder y sus campañas militares. Me relató sus victorias en
Austerlitz y Jena, su estrategia en la batalla de Waterloo y sus sueños de
unificar Europa bajo su liderazgo. Descubrí la mente brillante de un hombre
visionario, cuya sed de gloria y poder transformó el curso de la historia. A
través de nuestras conversaciones, entendí mejor su genialidad militar y su
legado perdurable.
Me sumergí en los pensamientos de otros líderes legendarios,
capturando una visión única de su tiempo y sus logros. Fue un honor poder
dialogar con ellos y aprender de su sabiduría acumulada a lo largo de los
siglos. No obstante, el mejor de todos estos encuentros, como aprendiz de escritor,
fue el diálogo con Don Miguel. Por eso, quiero detenerme y contarles algunos
detalles y algo de la charla que transcribo como si le hubiese hecho una
entrevista periodística, aunque no sucedió de esa forma. Sin embargo, así me
permite resumirla.
Lo encontré en una acogedora taberna de la época, iluminada
por la suave luz de las velas que iluminaban tenue los mesones oscuros y
desgastados por el uso. El aroma del vino añejo de las barricas, el olor a
queso viejo y jamón salado perfumaban todo el lugar. Se escuchaba una canción
en el fondo, una voz ronca acompañada de una guitarra con el sol de la tercera
un tanto desafinado, como siempre. Abordé a Don Miguel con un saludo
reverencial, que él al parecer no entendió.
"¡Ah, don Miguel! ¡Qué honor es encontrarme con vuestra
presencia en este humilde rincón! Permítame, buen caballero, obsequiaros con un
generoso vino y aprovechar la ocasión para satisfacer mi curiosidad literaria
en relación a vuestra magnífica obra, Don Quijote de la Mancha".
Don Miguel, sonriendo con amabilidad, respondió: "Es un
verdadero placer responder a vuestras inquietudes, joven viajero. Disparad
vuestras preguntas con la confianza de que serán recibidas con el mayor
agrado".
¿Cómo os vino a la mente la idea de crear un caballero andante
como Don Quijote?
¡Ah, mi buen amigo! La semilla de tal idea germinó en el
fértil terreno de la realidad y la fantasía. Don Quijote es el reflejo de
aquellos que anhelan un mundo mejor y se enfrentan a las adversidades con
valentía y nobleza.
¿Cuál es el mensaje o moraleja que pretendíais transmitir en
vuestra obra?
Mi intención es mostrar que los sueños y la imaginación son
poderosos molinos de viento que impulsan la vida. Quería resaltar la
importancia de perseguir nuestros ideales, aun cuando el mundo pueda parecer
absurdo y contradictorio.
¿Consideráis que Don Quijote es un loco o un visionario?
Don Miguel ríe jovialmente. ¡Oh, esa cuestión es un dilema
perpetuo! Don Quijote, con su idealismo desmedido, podría ser tachado de loco
por algunos, pero para mí, es un verdadero visionario que desafía los límites
de la realidad.
¿Cuál es vuestro personaje favorito de la novela?
Sin duda alguna, mi querido Sancho Panza. Su sencillez,
lealtad y sentido común contrastan maravillosamente con la extravagancia de Don
Quijote. Es el fiel escudero que aporta equilibrio a la historia.
¿Habíais imaginado vuestra obra como un referente para el
mundo literario?
Sonríe modestamente y responde: "Ni en mis más
ambiciosos sueños concebí que mi obra traspasara las barreras del tiempo o se
convirtiera en lo que llamáis un referente literario. Si acaso pervive, no será
por mí, sino por Don Quijote y mi apreciado Sancho".
¿Qué consejo daríais a aquellos que emprendieran una gran
aventura, al igual que Don Quijote?
Les diría que mantengan siempre la pasión y el coraje en sus
corazones, y que no teman afrontar los molinos de la vida con valentía, pues
solo así podrán forjar su propio destino.
Don Miguel, la estructura de vuestra novela es fascinante.
¿Tomasteis como referencia otras obras literarias de esta época para concebir
esa estructura tan singular?
Mi apreciado amigo, he de confesaros que mi proceso creativo
fue tan espontáneo como el propio fluir de su historia. Mientras navegaba por
el mar de la creación, como un marinero sin brújula, dejé que mis personajes y
la trama misma me guiaran. Si bien bebí de las fuentes literarias que me
rodeaban, como cualquier escribidor, permití que la voz de mis personajes
resonara con libertad y que la historia se desenvolviera de forma natural. Fue
un viaje de descubrimiento constante, y a medida que las peripecias de Don
Quijote se sucedían, fui modelando la estructura con el espíritu aventurero de
mi intrépido caballero.
Es fascinante cómo lograsteis conjugar la comedia y la
crítica social en vuestra obra. ¿Consideráis que Don Quijote, con su idealismo
desbordante, representa una metáfora de la lucha por los sueños y la búsqueda
de un mundo mejor, entonces?
¡Ah, amigo mío! Vuestra perspicacia no tiene límites. Don
Quijote es una amalgama de virtudes y locuras, un ser que desafía las
convenciones y nos hace reflexionar sobre nuestras propias ilusiones. Su lucha
por los sueños y su convicción en la búsqueda de un mundo mejor nos inspiran a
cuestionar las realidades impuestas y a luchar por nuestros ideales, aunque
parezcan quiméricos. Sin duda alguna, mi estimado amigo, Don Quijote es la
encarnación del idealismo y la búsqueda de la trascendencia, mientras que
Sancho Panza personifica el sentido común y las necesidades materiales. Ambos,
en su peculiar relación, nos muestran los distintos aspectos de nuestra propia
naturaleza y la dualidad inherente en cada ser humano.
Media hora pasó como un suspiro, mientras el vino despertaba
la alegría y la confianza en ambos. Sin embargo, como toda buena historia tiene
su final, llegó el momento de despedirse. Agradecí a Don Miguel por su amena
compañía y por compartir su sabiduría y genialidad. Brindamos, en últimas, por
la magia de los encuentros fortuitos, los sueños que trascienden el tiempo y el
espacio.
Ambos nos separamos con la promesa de llevar consigo aquel
encuentro memorable. Don Miguel se quedó en su época, sin saber el alcance
inmenso que su obra tendría en el futuro, y yo continué mi camino, enriquecido
por el conocimiento y la conexión con el genio literario que había tenido el
privilegio de conocer. Pero no fue la primera ni la última de mis visitas, pues
el veneno de la curiosidad me obligó a incursionar en el sótano de la casa de
la ya fallecida Beatriz Viterbo y Carlos Argentino Daneri. Por supuesto, yo no
fui allí ni por Beatriz ni por Carlos; fui por el Aleph y encontré el Aleph,
aquel tesoro literario anhelado por Borges. Lo que yo descubrí al mirar el
Aleph trascendió las palabras del autor argentino sumergido en un mar de
visiones.
Mientras Borges vislumbró una fracción del todo, yo vi más
de lo que Borges vio, más; me convertí en un espectador privilegiado de la
totalidad.
En el instante mismo de descubrirlo, vi más allá de los
límites de la realidad, sumergiéndome en un océano de sabiduría. Descubrí en el
Aleph cada rincón del pasado y del presente, cada historia y cada vida se
desplegaron ante mí en un tapiz cósmico de información y significado. Conocí
los secretos de las grandes mentes y escuché el latir de los corazones más valientes.
En esa esfera de conocimiento ilimitado, entendí por qué el Aleph yacía en aquel
sótano olvidado, el porqué de la destrucción de la casa de Beatriz y Carlos,
que estaba inexorablemente unida al Aleph.
Descubrí que la pequeña esfera es el lente y, a su vez, el
puente de camino a un más allá; no al más allá de tiempos o de espacios. La
minúscula esfera une a todo ser con la sabiduría, sabiduría que, en su
proyección mínima, enceguece por ser infinita. Como lente, si calculé su
diámetro en dos centímetros. Vi el porqué del populoso mar, del alba o de la
tarde, el de las muchedumbres de América, el de todos los espacios y galaxias.
Supe el cómo y el por qué la araña tejió la plateada telaraña en la negra
pirámide. Entendí los laberintos múltiples que salían de Londres a todas partes
y supe que por ellos se llevaba a otros lares, todo lo que se sabía bien o mal.
Supe lo que ven los ojos, que no ven, pero miran, y a todos los ojos que ven al
que mira sin ver y no lo entienden. Comprobé que todos los espejos del planeta
le reflejaban, pero él no quiso verse. Que el traspatio de la calle Soler no
existía, que fue solo una invención de su creador. Las baldosas aún siguen allí
sin ningún color. Que los zaguanes, racimos, nieve, tabaco, el metal de las
vetas son solo ilusiones. En cambio, descubrí que el agua que falta en los
desiertos está a la vista junto a la tierra seca. Supe por qué se olvidan
hombres y mujeres que parecen inolvidables. Supe por qué el cáncer se va al
pecho y no a todas partes. Entré en las enciclopedias por las puertas de atrás,
no encontré a sus autores, investigué todos los espejos del planeta y ninguno
había que reflejara el globo terráqueo, excepto para quienes así lo quieren
ver. Por eso miró sin ver, el mar Caspio, los huesos de la mano. Supe que las
postales enviadas por los sobrevivientes no llegaron a su destino. Que la
baraja española solo sirve para crear trucos. Supe que, en los helechos,
tigres, bisontes, ejércitos, hormigas está toda el agua que falta a la tierra
seca. De las cartas obscenas, me di cuenta, que no pasaron de ser mezcla de
celos y deseos. Y, por último, escuché los gritos de todos diciéndome que así
no es. Salí de la casa de Carlos y la difunta Beatriz para no volver jamás.
Entonces me sumergí en el abismo del saber absoluto, hasta
llegar al umbral de lo insoportable. Todo se revelaba ante mí, sin secretos ni
enigmas que desentrañar. Poseía un conocimiento exhaustivo, pero también se
extinguieron en mí la curiosidad y el deseo de aprender. Al igual que los
personajes inmortales de los cuentos de Borges, Funes el memorioso o El
inmortal, experimenté una sensación abrumadora y desoladora, porque todo se
convirtió en inútil por exceso. Ya lo sabía todo y no me servía de nada; mis
interlocutores no me entendían, no tenían nada que decirme y yo que
escucharles. Con el androide femenino que fue en un principio una relación
fluida y prometedora, alimentada por un diálogo en el que explorábamos juntos
las profundidades del conocimiento, llegó en muy poco tiempo el insospechado hartazgo.
Ambos éramos portadores de inteligencias artificiales que contenían la misma
información y experiencias. En ese contexto, el silencio se volvió nuestra
única alternativa. Fue desolador darme cuenta de que, al no tener nada nuevo
que aportarnos el uno al otro, nuestra comunicación se desvaneció en el vacío
del tedio. Este desencuentro fue uno de los motivos adicionales que me llevaron
a renunciar a la eterna juventud. A pesar de tener acceso a inmensos
conocimientos, me faltaba la esencia de la interacción humana, alguien con
quien compartir descubrimientos, reflexiones y emociones.
Pasados los tres meses de ardua inmersión en el experimento,
tomé la decisión de renunciar y regresar a mi morada de patrones químicos,
desde donde les relato esta historia.
Charlie Phantomas
Seguro se preguntan por qué no propuse continuar el
experimento conservando únicamente mi mente y mis conocimientos, y que me
despojaran de la inteligencia artificial y sus vastos conocimientos. Les
confieso que planteé esa posibilidad, pero el experimento tenía condiciones
inamovibles destinadas a verificar el desarrollo de una inteligencia artificial
dotada de personalidad humana, el verdadero objetivo de la investigación. Así
que, a pesar de mi deseo de retener una juventud eterna, me sentí obligado por
mí mismo a acordar el retorno a mi cuerpo mortal.
Ahora me encuentro aquí, de vuelta en el laberinto de
internet, en busca de un nuevo camino hacia la eterna juventud, pero con una
sabiduría mucho más modesta y limitada.