martes, 12 de mayo de 2015

ARROZ CON PESCADO PARA CELEBRAR.

Le advertí que cuidara su bolso  y la maleta que en turno le había correspondido arrastrar por los lisos suelos del terminal  del transporte terrestre, pues bien sabía yo, que en esos lugares y en esas épocas  los cacos se aprestaban, en pleno abril, a hacer su agosto; los viajeros de Semana Santa se arremolinaban, se empujaban y  se insultaban,  en las innumerables ventanillas de venta de pasajes, pidiendo todos a gritos, ruegos y llantos, puestos  a cuantos destino  existiese  o no; -se me murió mi madre- decía una, yo no voy de vacaciones,  véndame un puesto por favor-, -no hay señora, todo está agotado, si tenía tanta urgencia por qué no reservo con tiempo-, -claro baboso, solo que se me olvido decirle a mi mamá que reservara día para morirse y me lo contara además, para venir a reservarle el puesto-, le dio la  espalda al dependiente torciéndole los ojos, para largarse  a medio paso, con el mismo cuento a otra ventanilla; nosotros por fortuna teníamos la reserva y solo debíamos pasar por ventanilla a reclamar los tickets. 
Los olores, colores, texturas de todo tipo, de aquel remolino de gente apresurada, se confundían entres si, acompañados   esos colores, olores y  texturas corporales, por los perfumados refritos de empanadas, chuzos, papa rellenas, dulces y mecatos, exhibidos en cada vitrina  de los pequeños locales  existente en todo terminal de transportes  criollo. Nos situamos, después de reclamar nuestros pasajes, junto a  una banca donde una familia completa, con todo su arrume de maletas, se veían prestos a levantarse para tomar su ruta, y no bien uno de su integrantes dio el primer paso, me tire a la banca para coger el puesto, como única manera de ganarle a dos o tres que revoloteaban la banca con el mismo propósito; el revoloteo me hizo recordar aquel juego del colegio en el que un grupo de niños corríamos en circulo a  unas  sillas, en una unidad  menor al de los niños participantes, y a la orden del maestro, nos sentábamos, si podíamos, quien no conseguía sentarse,  quedaba eliminado; buen, ya recordaran el juego, si fueron ustedes niños alguna vez, a, la señora que se iba con su familia, me torció los ojos, yo simplemente me hice el estúpido y así  conseguir un lugar donde  esperar la hora y media que aún faltaba para la salida de nuestro autobús; una vez nos apropiamos del puesto y colocamos las maletas de tal manera que no las perdiéramos de vista, ni por un solo segundo, y habida cuenta de la sed  causada por el atafago, aglomeración de calores corporales, agravada  por  la tarde soleada colándose por entre el techo transparente del edifico, haciéndonos sudar a chorros,  le dije, -ve tú a compra agua, pide que te la vendan  fría-; se fue con ese propósito y regreso a los 10 minutos, -que te paso, por  qué tardaste tanto, -es que hay colas para todo, se tardaron en  venderme-, me paso una de las botella y nos tomamos el agua a la velocidad del viajero del desierto que  llega a un oasis. El tiempo de espera lo dedique a hacerle un recuento de la familia que iba a conocer, designio principal del viaje, y haciéndole recuento de sus gustos, fue como nos dimos cuenta que no les llevábamos ni un alfiler siquiera, cosa mal vista  a las luz de las buenas tradiciones y costumbres, -pues vamos a uno de aquellos puestos y compramos cajas de dulce cortado, que seguro a todos les va a gustar, ya no hay más opción-, le dije, -me parece bien respondió- ; Nos repartimos otra ver el arrastre de las maletas y fuimos con todos nuestros corotos, a un puesto de venta de mecato,  y allí, justamente las cajas de dulce de leche cortada de cabra, nos estaban esperando impacientes por que fueran compradas, igual que la dueña del chiringuito; conté mentalmente cabezas, y pedí,  sin más, una caja por cada una, doce en total; cuando fui a pagar, como el grueso del dinero lo portaba bien camuflado con miras a protegerlo de los chorizos, cacos, ratas o ladrones, la sencilla que tenía en un bolsillo no  alcanzo para sufragar la cuenta,- dame del dinero sencillo que te di-, ella de inmediato abrió su bolso y empezó a trasegar dentro  de éste; conociendo como conozco los bolsos femeninos, donde te puedes encontrar con todo lo imaginable: llaves, gafas, pañuelos, joyas, maquillaje de todo tipo, cepillos variados, dulces, papeles de un sin número de recorderis, libreta de teléfonos , más dulces, pinzas de pelo, un trozo de sandwich del desayuno que se comería más tarde y un largo etcétera, en principio no me llamo la atención por su tardanza en sacar la Billetera, pero pasados unos minutos y viendo su repentina palidez, me di por enterado que la billetera, ya no estaba donde debía estar, por supuesto, ya había sido presa de los rateros;  -hayyyy, no sé qué paso, no me di cuenta, pague el agua y guarde la billetera, no sé en qué momento me la sacaron-; -te lo dije, te lo advertí, le increpe; -guardabas los documentos en la billetera- le pregunte-, y por supuesto, su respuesta fue un rotundo, sí; el dinero no significaba mucho, era  una suma poco considerable, en cambio la perdida de la documentación constituía un verdadero engorro, pues su recuperación implicaba días de colas en oficinas públicas, más el costo, con el  problema de estar sin cómo identificarse en bancos, oficinas y lo más grave, ante las fuerzas de seguridad,  policía o ejército que por costumbre  o por órdenes superiores, la pedían con mucha frecuencia en las carreteras; -estamos jodidos-, dije, -solo falta que te pidan documentos en la vía y te dejen en mitad del viaje a orillas de la carretera, por indocumentada-, -que hacemos-, me dice ella, con su mejor cara de preocupación;- pues nada-, le respondo,-ya no tenemos tiempo de poner la denuncia, faltan solo diez minutos para que nuestro bus salga, vamos a arriesgarnos y si nos paran en el camino por documentos, ya veremos cómo lo arreglamos; por fortuna traigo mi carnet de trabajo del ministerio de justicia-. 
Sin más discusión y con un mal comienzo, salimos de viaje, puntualmente…………..

Continuara? ..........claro que sí.



Charlie Phantomas

miércoles, 6 de mayo de 2015

Das de Comer a la Tristeza

Das de comer a la tristeza,

Sola, arrancándole pasos a la oscuridad;

pasos impropios de libre voluntad;

pasos, pasos, encaminados a ninguna parte, al encuentro del frío y espeluznante abrazo de quien ya no se quiere abrazar. 

Pasos de huida,  de huir hacia adelante, pasos perdidos, pasos que no pueden volver  atrás.

Pasos, solo pasos, solo pasos en falso das.


Karlo Passionatto