Le
advertí que cuidara su bolso y la maleta que en turno le había
correspondido arrastrar por los lisos suelos del terminal del transporte
terrestre, pues bien sabía yo, que en esos lugares y en esas épocas los
cacos se aprestaban, en pleno abril, a hacer su agosto; los viajeros de Semana
Santa se arremolinaban, se empujaban y se insultaban, en las
innumerables ventanillas de venta de pasajes, pidiendo todos a gritos, ruegos y
llantos, puestos a cuantos destino existiese o no; -se me
murió mi madre- decía una, yo no voy de vacaciones, véndame un puesto por
favor-, -no hay señora, todo está agotado, si tenía tanta urgencia por qué no
reservo con tiempo-, -claro baboso, solo que se me olvido decirle a mi mamá que
reservara día para morirse y me lo contara además, para venir a reservarle el
puesto-, le dio la espalda al dependiente torciéndole los ojos, para
largarse a medio paso, con el mismo cuento a otra ventanilla; nosotros
por fortuna teníamos la reserva y solo debíamos pasar por ventanilla a reclamar
los tickets.
Los olores,
colores, texturas de todo tipo, de aquel remolino de gente apresurada, se
confundían entres si, acompañados esos colores, olores y texturas
corporales, por los perfumados refritos de empanadas, chuzos, papa rellenas,
dulces y mecatos, exhibidos en cada vitrina de los pequeños locales
existente en todo terminal de transportes criollo. Nos situamos,
después de reclamar nuestros pasajes, junto a una banca donde una familia
completa, con todo su arrume de maletas, se veían prestos a levantarse para tomar
su ruta, y no bien uno de su integrantes dio el primer paso, me tire a la banca
para coger el puesto, como única manera de ganarle a dos o tres que
revoloteaban la banca con el mismo propósito; el revoloteo me hizo
recordar aquel juego del colegio en el que un grupo de niños corríamos en
circulo a unas sillas, en una unidad menor al de los
niños participantes, y a la orden del maestro, nos sentábamos, si podíamos,
quien no conseguía sentarse, quedaba eliminado; buen, ya recordaran el
juego, si fueron ustedes niños alguna vez, a, la señora que se iba con su
familia, me torció los ojos, yo simplemente me hice el estúpido y así
conseguir un lugar donde esperar la hora y media que aún faltaba para la
salida de nuestro autobús; una vez nos apropiamos del puesto y colocamos las
maletas de tal manera que no las perdiéramos de vista, ni por un solo segundo,
y habida cuenta de la sed causada por el atafago, aglomeración de calores
corporales, agravada por la tarde soleada colándose por
entre el techo transparente del edifico, haciéndonos sudar a
chorros, le dije, -ve tú a compra agua, pide que te la vendan
fría-; se fue con ese propósito y regreso a los 10 minutos, -que te paso,
por qué tardaste tanto, -es que hay colas para todo, se tardaron en
venderme-, me paso una de las botella y nos tomamos el agua a la velocidad del
viajero del desierto que llega a un oasis. El tiempo de espera lo dedique
a hacerle un recuento de la familia que iba a conocer, designio principal del
viaje, y haciéndole recuento de sus gustos, fue como nos dimos cuenta que no
les llevábamos ni un alfiler siquiera, cosa mal vista a las luz de las
buenas tradiciones y costumbres, -pues vamos a uno de aquellos puestos y
compramos cajas de dulce cortado, que seguro a todos les va a gustar, ya no hay
más opción-, le dije, -me parece bien respondió- ; Nos repartimos otra ver el
arrastre de las maletas y fuimos con todos nuestros corotos, a un puesto de
venta de mecato, y allí, justamente las cajas de dulce de leche cortada
de cabra, nos estaban esperando impacientes por que fueran compradas, igual que
la dueña del chiringuito; conté mentalmente cabezas, y pedí, sin más, una
caja por cada una, doce en total; cuando fui a pagar, como el grueso del dinero
lo portaba bien camuflado con miras a protegerlo de los chorizos, cacos, ratas
o ladrones, la sencilla que tenía en un bolsillo no alcanzo para sufragar
la cuenta,- dame del dinero sencillo que te di-, ella de inmediato abrió su
bolso y empezó a trasegar dentro de éste; conociendo como conozco los
bolsos femeninos, donde te puedes encontrar con todo lo imaginable: llaves,
gafas, pañuelos, joyas, maquillaje de todo tipo, cepillos variados, dulces,
papeles de un sin número de recorderis, libreta de teléfonos , más dulces,
pinzas de pelo, un trozo de sandwich del desayuno que se comería más tarde y un
largo etcétera, en principio no me llamo la atención por su tardanza en sacar
la Billetera, pero pasados unos minutos y viendo su repentina palidez, me di
por enterado que la billetera, ya no estaba donde debía estar, por
supuesto, ya había sido presa de los rateros; -hayyyy, no sé qué paso, no
me di cuenta, pague el agua y guarde la billetera, no sé en qué momento me la
sacaron-; -te lo dije, te lo advertí, le increpe; -guardabas los documentos en
la billetera- le pregunte-, y por supuesto, su respuesta fue un rotundo, sí; el
dinero no significaba mucho, era una suma poco considerable, en cambio la
perdida de la documentación constituía un verdadero engorro,
pues su recuperación implicaba días de colas en oficinas públicas, más el
costo, con el problema de
estar sin cómo identificarse en bancos, oficinas y lo más grave, ante las
fuerzas de seguridad, policía o ejército que por costumbre o por
órdenes superiores, la pedían con mucha frecuencia en las carreteras; -estamos
jodidos-, dije, -solo falta que te pidan documentos en la vía y te dejen en
mitad del viaje a orillas de la carretera, por indocumentada-, -que hacemos-,
me dice ella, con su mejor cara de preocupación;- pues nada-, le respondo,-ya
no tenemos tiempo de poner la denuncia, faltan
solo diez minutos para que nuestro bus salga, vamos a arriesgarnos y si nos
paran en el camino por documentos, ya veremos cómo lo arreglamos; por fortuna
traigo mi carnet de trabajo del ministerio de justicia-.
Sin más
discusión y con un mal comienzo, salimos de viaje, puntualmente…………..
Continuara? ..........claro que sí.
Charlie Phantomas
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