Lo
que era antes costumbre, ya no lo es; en estos tiempos modernos, quienes
debemos conquistar a una mujer con una buena cena preparada por un
mismo, somos nosotros los hombres, porque aquel asertivo que decía
que a los hombres nos conquistaba por el estómago se invirtió; por supuesto el
sentido o información que trasmitimos con este recurso de
cortejo es totalmente distinto a lo que en su momento intentaban transmitir las
mujeres de tiempos pasados; hay que recordar que en aquellos tiempo, una
mujer se esmeraba en demostrar que era un buena candidata para
convertirse en una buena madre y ama de casa; estimuladas
por sus madres especialmente, y en general por la familia, la mujer se
daba a la tarea de exhibir todas las esas habilidades y
cualidades domésticas, por así llamarlas, para conseguir casarse; eso se acabó,
y definitivamente, porque para la mujer moderna esta posibilidad es la
últimas de la lista, cómo posibilidad de vida; para bien o
para mal, vaya a saber uno que, en lo que menos piensa, es en convertirse
en ama de casa, esclavas de criar hijos y atender marido. Bien, y cuál es
la información que intentamos trasmitir los hombres cuando
nos arremangamos a preparar algo para nuestras invitadas especiales; yo diría
que dos cosa, ninguna con mayor peso que la otra, sino todo lo contrario, nada
menos que enviar, primero, el mensaje subliminal de que no somos machista o
taaaaan machista, pues demostramos que hacemos algo que, hasta la época de
nuestras madres, era tarea exclusivamente femenina, al menos en casa o en
el hogar. No saben ustedes, los que no han intentado este recurso de
cortejo, los efectos positivos que esto causa en la mente femenina; y la
segunda y no menos importe información subliminal que proyectamos es la
capacidad de ser amables, detallistas y un poco serviles; yo diría que
este es un rezago de machismo, pero, a qué mujer no le gusta que la atiendan
y le hagan que se sientan como una reina? después de complacerlas con una buena
cena preparada por usted, regada con un vino tinto, habrá ganado, unos buenos
puntos. Entonces, hagámosle pues y empecemos con la receta de un
plato que hará las delicias de la más exigente de las mujer; ponga
atención pues inútil, que más fácil que esto no hay; vaya al super y compre del
mejor lomo de cerdo blanco que encuentre, al menos unos 250 gramos por
paciente, sume, si son la conquista y usted 500 gramos, si usted es de los que
lleva de a dos, pues hágale nomas a los números; cabeza de ajos y una libra de
sal marina GRUESA; lave bien el lomo con agua fría y si lo compro congelado,
espere a que esté totalmente descongelado, por tanto no vaya a ser tan animal
de ir media hora antes de la cena a comprar el lomo congelado, pilas, cómprelo
al menos a medio día para que tenga tiempo de que descongele; hágale una
pequeñas hendiduras al lomo, con un punzón de cocina, por allí por donde se le
ocurra y por estas introduzca pequeños casquitos de ajo, pequeños no se pase de
tamaño porque la caga, como palillitos más bien gruesos nada más, haga
una cama de sal gruesa en la lata o refractaria y sobre allá acueste
tiernamente el lomo, coja una copa de vino blanco bien frió y bébasela
usted, le matara los nervios y sin estos, mejorara su sazón, cubra el
lomo con el resto de la sal, totalmente cubierto, no deje que se le vea ni un
pelo, métalo al horno precalentado a 250 grados y déjelo durante 40 minutos, si
su horno es de pedal y no da los 250 grados efectivos , de malas, vaya mirando
hasta que la sal con que lo cubrió se haya convertido una costra compacta de un
color marro oscurillo, si aun así, desconfía, pinche la carne por un lado donde
le haya retirado un poquitín la sal, el lomo debe sudar un poquito de
grasa, estará jugoso y listo así, pero si esa grasa tiene rojo de sangre le
falta un poco (horno con radiador de calor arriba y abajo); vamos a suponer
equivocadamente que lo hizo bien y el lomo ya está, sáquelo y quítele bien la
sal, no vaya a ser tan bruto de lavarlo para quitarle la sal, porque lo
jode sin salvación; una vez hecha esta operación corte el lomo en rodajas de
unos 8 milímetros, , con un cuchillo eléctrico, para que el corte sea
perfecto, (no mida los trozos con una regla, es suficiente que lo haga al ojo),
si no tiene cuchillo eléctrico, pues compre uno, no joda, que quiere que le
diga; ya tiene la carne lista, le falta la salsa agridulce y la
guarnición, pero estas, no se la diré si no mañana porque hoy ya me mame
de escribir y esto es gratis o sea que si ya llamo a su invitada pensado que le
tendría la cena de su vida, jódase y hará mejor en llamarla otra vez para
aplazar la cena para mañana o para cuando a mí me salga de los cojones contarle
el resto; ay no vemos; invéntese cualesquier pretexto, no le diga que no sabe
toda la receta, porque no la vuelve a ver en su vida, pensara que es usted un
inútil.
Karlo Zavrosso