Andaba yo
buscándome a mí mismo, y en el
camino, de pronto, me tope de manos a
boca con un espejo de cuerpo entero;
detuve mi búsqueda, lo mire de frente, y este, con su mejor facultad, que es el
reflejar, enfrentándome, me mostró su cara; en ella vi cientos
de hombres, algunos altos, otros bajos, blancos, morenos , feos, guapos; de
variadas edades y de formas de vestir; algunos felices, otros no, algunos
sonreían; los que no, tenían el ceño fruncido, doloroso, incluso, lloraban algunos;
la mayoría no proyectaba mucha inteligencia, en cambio los que la proyectaban
solo con su mirada lo hacían de manera segura; entre todos había quienes daban
la impresión que comían en abundancia, otros al contrario revelaban languidez,
como si llevaran sin probar bocado por semanas; de pronto pensé que no miraba un espejo, sino una pantalla sobre la cual se proyectaba de una
película; para resolver la duda mire
hacia tras; quede sorprendido, no había absolutamente nadie, el lugar era un desierto, inquieto volví la mirada hacia al espejo, pero ya no estaba,
había desaparecido; reanude mi búsqueda reflexionando sobre el
encuentro con el espejo y caí en cuenta que no me había reconocido entre los que reflejaba, no me vi, que extraño
pensé; continúe con mi andar, y de
repente lo entendí; sí, si estaba, seguro que estaba entre todo ese transcurrir de personajes, solo
que por estar distraído curioseando entre los demás , no vi mi propia imagen.
Entonces continuo mi camino ahora, con un propósito más que de encontrarme en algún lado a mí mismo; buscar el espejo y en el escudriñar solo mi imagen,
apartando la masa, apartando, todo intrascendente
reflejado.
Karlo Passionatto
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