Su
desesperación era innegable; pasó sin dejar de mirar hacia el interior, y
como su lento paso, no le dio el tiempo suficiente para
comprobar si estabas allí, se devolvió y asomo la cabeza; sus ojos estaban casi
fuera de sus órbitas, se veía pálido y su pelo ensortijado en un
completo desorden; miro unos segundos, saco la cabeza y se largó; no
satisfecho con la pesquisa, volvió, pero ésta vez en compañía de un
elemento de su guardia pretoriana, el más chismoso; penetraron hasta el
centro del establecimiento, comprobaron que la primera pasada le había dado
una impresión correcta, quedando en parte satisfechos; luego alargaron el
cuello en todo lo que les fue posible, para mirar la segunda planta, no
podían ver mucho, no obstante la considerable estatura del
chismoso; decidieron sustraerse de subir a la segunda planta,
pues pensarían seguro, que su desesperada búsqueda,
habría sido vergonzosamente evidente; miraron mi mesa
de reojo, como si fuera posible que yo te tuviese oculta debajo de la mesa o en
mi maletín y después de comprobar que eso no era posible se largaron como
alma que lleva el diablo.
Ya te
encontraron?
Carlo Malosso.
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