A
las siete de la mañana esquiva el ruido del despertador al menos tres
veces. Ese ruido le recuerda su deber de iniciar las
actividades del día a las ocho de la mañana, como tarde; se levanta no sin
antes repetir que tiene mucho sueño y que le gustaría
quedarse a dormir otro rato, pero que no le puede quedar mal a su compañera,
que es puntual; mientras se mete en la ducha yo hago mi mejor esfuerzo para
levantarme y preparar el desayuno, de tal forma que cuando sale del baño,
ya tengo en la mesa del comedor, huevos revueltos, café con leche, tostadas,
galletas Saltínas y mermelada, esto último, ella no come, la pongo por si
acaso y además porque a mi si me gusta; muy agradecida como siempre alaba mi
sazón, en especial el del café con leche, del cual dice siempre, me queda
riquísimo, bebida que más que de mi habilidad depende de la leche en
polvo y el café soluble que uso, pero bueno, mi ego queda satisfecho con sus
alabanzas; una vez da buena cuenta de su desayuno, se levanta apresurada con
todos los trastos, plato, tenedor y tasa; veo que empieza a lavar para
continuar apresurada a vestirse, al final, me abraza, me da un beso, me dice
que me quiere y que más rato nos vemos, yo, en levantadora
la acompaño hasta la puerta de la calle ya que esta siempre cerrada
con llave, que ella por supuesto no porta, claro; otro beso y chau.
Karlo Passionato
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